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Por Micaela Bordes para Ada ITW

Diversidad e inclusión son palabras que resuenan mucho dentro de las empresas e instituciones pero que no significan lo mismo. Contar con un equipo de trabajo diverso es un primer paso, pero también hace falta incluir a tal equipo. La diversidad hace referencia a la acción de contar con una variedad étnica, cultural, sexual, de género, de edad, etc. dentro del ámbito laboral.

Sin embargo, la inclusión se dará solo si la pluralidad se siente respetada, cómoda, escuchada e integrada.

Las situaciones dadas en el lugar de trabajo influirán en sus empleados a nivel personal y a nivel grupal también,

por eso existe una necesidad urgente de trabajar en un ambiente que sea retrato de la sociedad en la que vivimos.

Esto quiere decir que se deben respetar las diferencias que nos rodean día a día y evitar perpetuar los roles desfavorecedores para algunos sectores de la sociedad.

Ahora bien, como líderes de una empresa, ¿cuáles son las medidas que podrían implementarse para fomentar esta inclusión? En primer lugar aceptar que no hay tanta diversidad como debería, analizar detalladamente la situación de la empresa e identificar los puntos débiles para así poder trabajar sobre ellos.

Una posibilidad es mejorar el proceso de selección de empleados y empleadas para tratar de prescindir de aquellos ejes que intervienen e impiden ampliar la multiplicidad en nuestro espacio.

Por ejemplo, la edad. Las empresas por comodidad suelen apuntar a un promedio particular dejando afuera a los jóvenes o mayores e ignorando sus habilidades mientras dan por hecho que no son adecuados para cumplir las expectativas. La realidad es que los jóvenes conforman el grupo de trabajo que más motivación demuestra y aporta miradas actuales mientras que los mayores cuentan con la experiencia necesaria y capacidad de liderazgo. Al dato de la edad se le suma la nacionalidad, el género o incluso la foto que solo genera un proceso de selección más restrictivo.

También es fundamental generar espacios en las organizaciones que motiven e inviten a la superación de los trabajadores.

La teoría del techo de cristal aparece por primera vez en 1978 y se sigue utilizando hasta el día de hoy. Es la metáfora que explica esa barrera invisible que imposibilita a las mujeres de ocupar puestos altos, crecer laboralmente y poder ganar el mismo sueldo que un hombre. El primer paso es identificar esta situación: ¿cuántos hombres ocupan cargos altos en mi empresa? ¿hay mujeres en la misma situación? ¿por qué no? Si las hay, ¿la retribución es la misma? Luego solo queda tomar medidas para que la situación se revierta y así abrir paso a la equidad.

Esto fomentará un equipo con posibilidades más amplias e innovaciones contundentes.

Dentro de la diversidad es indispensable prestarles atención a las individualidades para apreciar las habilidades únicas y auténticas de cada integrante de una institución.

Que sientan que tienen su voz y es igual de valiosa al resto para intervenir en la toma de decisiones, propuestas o proyectos.

Es primordial que estos cambios no queden solo en palabras aisladas sino que se manifiesten en acciones verdaderas y que se conviertan en la esencia de la organización. Consideramos oportuno incluir a los trabajadores en este camino haciéndolos parte del cambio. Crear un sector dentro de la empresa que se enfoque solamente en ampliar la diversidad dentro de la misma, incitar a espacios de debate o incluso darles el lugar para expresarse a través de encuestas pueden ser medidas muy útiles. Estas ayudarán para saber cómo se sienten, qué postura tienen al respecto e incluso escuchar las sugerencias que consideran convenientes para sumar a la causa. Se generará una sensación de pertenencia reflejada en los resultados grupales, en un mayor intercambio de conocimientos, compromiso, creatividad y lo más importante: fomentando lugares de trabajos más justos para todas las personas.

Reinventá las políticas de tu empresa, sumate al cambio y empecemos a actuar para vivir en el mundo que queremos ver.

 

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