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Por Micaela Bordes para Ada ITW

 

Miércoles 1 de septiembre del 2021.

Pedro, ¿cómo estás? Hoy como cada mañana mi despertador sonó por primera vez a las 8 hs. A los cinco minutos, devuelta. Y devuelta y devuelta. Poco antes de que sean y media ya estaba arriba tratando de adivinar el clima de hoy a través de la ventana. Es confuso porque empieza septiembre y con eso el limbo entre el invierno y la llegada de la primavera.

Empecé a prepararme el desayuno y la radio de fondo me confirmó el buen clima del día. También escuché otras noticias que no me dejaron muy tranquila: en España la situación epidemiológica vuelve a empeorar y registran uno de los mayores picos de contagios del año 2021. Automáticamente salí de casa hasta el puesto de diarios de la esquina para ampliar esta información. Pasé las páginas hasta encontrar lo que quería leer y después me trasladé a dónde está mi máquina de escribir. Así que acá estoy ahora, escribiéndote un poco preocupada porque en la última carta no mencionabas nada de esto. Espero que allá estén todos bien y cuidándose mucho.

También quiero que me sigas actualizando sobre los nuevos logros de mi sobrina, por favor. No te olvides de mandarme algunas fotos cuando contestes. ¿Ya aprendió palabras nuevas? ¿Ya le estás enseñando a decir mi nombre? La verdad que leer esas líneas siempre me genera entre alegría y nostalgia porque si bien me encanta estar al tanto de como aprendió a balbucear, a caminar y eventualmente a decir alguna que otra palabra, no es suficiente solo saberlo y me quedo con las ganas de poder verla y escucharla.

Hago una pausa de la carta y vuelvo al diario, lo hojeo medio por arriba hasta que me llama la atención la sección de empleos.

No me acuerdo si te lo había mencionado pero hace ya unos meses vengo pensando en cambiar de trabajo para dedicarme a algo más relacionado con lo que estudio. Por ahora sigo como vendedora en el local de ropa pero ya no me gusta tanto y encima esta última semana estamos tomando turnos extras por una inundación que hubo en el depósito. No solo se perjudicaron un montón de prendas sino que además teníamos todo el inventario ahí abajo guardado en una carpeta y ahora estamos haciéndolo de cero, chequeando cada prenda y anotando. Hoy voy a ver si puedo irme un poco antes para cenar con mi amiga Euge, estuve llamándola todo el día para arreglar pero otra vez me cortaron la línea. Así que de camino al trabajo voy a pasar a tocarle el timbre y preguntarle si está libre.

Bueno, esas son las novedades de hoy. Mamá te manda otra carta donde te cuenta como estamos nosotros, detallada familiar por familiar. Igual yo te adelanto por las dudas: estamos todos bien. Para cuando te llegue la carta, en unos quince días, seguro ya tengamos novedades sobre el viaje. Así que si todo sale bien este año pasamos las fiestas juntos. Te mando un beso y un abrazo, 

tu hermana Clara.

Leer una carta así en el año corriente (2021) puede parecer algo alejado de la realidad. Pero si nos ponemos a pensar este pudo haber sido un escenario posible si no hubiésemos contado con el invento de Augusta Ada Byron, conocida como Ada Lovelace.

Envuelta en una polémica situación familiar, su madre insistió en que ella se dedicara al estudio de las matemáticas y las ciencias. Su única obra publicada data del año 1842 y era una traducción que le habían encargado de un texto en francés sobre la máquina analítica de Babbage. Sin embargo, Ada terminó publicando el trabajo bajo el título Notas, donde explicaba sus propias ideas sobre la máquina y en un apartado anexaba la traducción. Este texto fue firmado con sus iniciales y recién más de 100 años después (en 1953) se publicó con su nombre completo.

Ada Lovelace impulsó una serie de descubrimientos que culminaron cuando pudo ver que la máquina analítica podía procesar más allá de cálculos matemáticos. También lo hacía con cualquier cosa que pudiera expresarse en símbolos. Fue gracias a ella que se dio pie para el invento de la computadora.

En septiembre festejamos el mes de la programación y con ello queremos lograr informar sobre todas aquellas mujeres que tal vez están invisibilizadas bajo sus hallazgos pero que fueron primordiales para lograr los avances tecnológicos de los que hoy gozamos.

Es parte de nuestro compromiso honrar a todas las programadoras, informáticas, matemáticas que significaron un hito para la ciencia y esparcir sus historias.

Hoy ya sabemos (y probablemente no nos vayamos a olvidar) que la computadora fue inventada por una mujer: Ada Lovelace. 

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