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Por Micaela Bordes para Ada ITW

La brecha salarial existente entre hombres y mujeres en puestos de trabajo no es ninguna novedad. En nuestro país la diferencia de ganancias entre los géneros actualmente es del 13%. Sin embargo, esta no es la única problemática a tener en cuenta.

En el ámbito laboral, las mujeres no solo ganan menos sino que están presentes en menos cantidad de cargos directivos.

A partir de los datos recopilados por la Total Remuneration Survey-TRS de Mercer, líder en Recursos Humanos, se puede observar que en 2019 los hombres ocupan un 63% de los puestos de trabajo mientras que las mujeres lo hacen en un 37%. Se nota un aumento en relación al año 2012 pero con respecto a los datos del año anterior, los porcentajes aumentan solamente en el caso de Directores, mientras que en el resto de los puestos se mantiene o incluso baja.

Estas cifras resultan preocupantes y requieren un llamado de atención para seguir insistiendo en políticas de equidad de género.

Hay cada vez más movimientos y recursos para aumentar la diversidad y la inclusión, sin embargo, menos de la mitad de las organizaciones aplican estrategias para lograr este objetivo. Ahora bien, ¿cuáles son los factores que perpetúan estas condiciones laborales actuales? Históricamente a las mujeres se las asocia con trabajos de secretaria, asistente, personal de limpieza, etc. El rol de la mujer está ligado a las tareas domésticas de su hogar, a cuidar de su familia e hijos, mientras que se espera que los hombres tengan la responsabilidad principal de proveer dinero al hogar. De esta manera se genera la errónea creencia de que los hombres pueden ser más adecuados para puestos de trabajo ya que esta sería su única responsabilidad y así estarían más avocados a su labor. Esto provoca que se les niegue a las mujeres la posibilidad de demostrar que tener responsabilidades por fuera del ámbito profesional no es impedimento alguno para desarrollarse laboralmente.

Se genera un círculo vicioso donde los estereotipos de género no permiten la presencia de mujeres en el espacio de trabajo y además esta falta de líderes femeninas no visibiliza la importancia que es contar con ellas.

También hay que tener en cuenta la intervención de otro tipo de factores como la falta de apoyo del entorno familiar, el acoso laboral, la brecha salarial, la discriminación sufrida mayoritariamente por mujeres. Esto ocasiona que estas no tengan siquiera la motivación necesaria o la facilidad del género masculino para presentarse a este tipo de cargos directivos. La formación o la capacidad no son rasgos que justifiquen esta desigualdad laboral, por eso queda esclarecido que las razones recaen en el género.

¿No resulta alarmante que estando en el siglo XXI solo el 5% de las mujeres tengan cargos de CEO?

Es necesario visibilizar esta problemática para poder cuestionarnos desde nuestro lugar de qué manera contribuir para generar espacios más justos en los empleos. Identificar las barreras, establecer nuevas pautas y políticas y promover el desarrollo del potencial femenino. Sabemos que un ámbito diverso, equitativo e inclusivo beneficiará y enriquecerá las posibilidades de crecimiento de cualquier organización. Es hora de dejar de naturalizar las imposiciones sociales que nos acompañaron por años e incluso siglos y utilizar nuestras herramientas para ser impulsores de cambios significativos que estén a la altura de las necesidades actuales.

 

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