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Por Micaela Bordes para Ada ITW

Cuando hablamos de los derechos de las mujeres no podemos evitar mencionar la lucha que durante siglos se llevó a cabo para estar hoy donde estamos. Cada derecho que gozamos actualmente no es casual sino que se lo debemos a las miles y miles de mujeres que vinieron antes que nosotras y lucharon insaciablemente para obtenerlos. Muchas de ellas no vivieron para ver sus logros y es por eso que tenemos la responsabilidad de seguir en pie para alcanzar más objetivos y construir un mundo más igualitario.

Es importante nunca olvidar la historia que nos antecede para identificar esos lugares del pasado a los que no queremos volver y apelar a una resiliencia colectiva que se encargue de que eso no suceda.

Si bien parece que todavía queda muchísimo por alcanzar (y así es), si miramos unos 100 años para atrás la situación era muy diferente y las mujeres recién comenzaban a tenerse en cuenta para ocupar cargos laborales en las fábricas. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) los hombres se vieron obligados a dejar sus puestos de trabajo para defender su nación y solo por ese motivo de fuerza mayor se les permitió a ellas remplazarlos para no perder las producciones. Es en ese momento cuando surge el famoso cartel “We can do it” que hoy es considerado un ícono en las marchas feministas.

Este póster buscaba levantar el ánimo de la sociedad simbolizando la unión, el poder y el rol fundamental que las trabajadoras ocuparon. Tuvo poca repercusión en ese entonces y quedó olvidado rápidamente.

Sin embargo, años después fue encontrado y fue tomado como invitación para seguir luchando juntas y demostrar que las mujeres somos también fuertes.

Conforme fueron pasando los años y ganando más espacio en el ámbito educativo y laboral, las mujeres argentinas comenzaron a organizarse para su próxima meta: el derecho al voto. Regía la Ley Sáenz Peña promulgada en 1912 que establecía el voto secreto, obligatorio y universal. Pero claro que esa universalidad solo contemplaba a los hombres. La campaña se componía por personas, organizaciones sociales y partidos políticos bajo el lema de “la mujer puede y debe votar”.

En 1946 la Cámara de Diputados aprobó el proyecto, un año después también lo hizo la Cámara de Senadores y el 23 de septiembre de 1947 se promulgó la ley 13.010.

Fuera del Congreso de la Nación se reunían las mujeres para festejar la adquisición de un nuevo derecho. Hoy sería inimaginable despertarnos un domingo de elecciones y no tener la facultad de hacerlo simplemente por el hecho de ser mujeres, por eso no debemos olvidar que nuestras madres, abuelas o bisabuelas durante mucho tiempo no tuvieron esa posibilidad.

Pero las luchas no son cosa del pasado ya que todavía las mujeres seguimos insistiendo en acabar con la desigualdad presente hasta el día de hoy. La urgencia más vigente se refiere a los femicidios, existentes desde siempre pero visibilizados hace apenas unos años. Fue recién en 2015 cuando se originó el movimiento Ni Una Menos impulsado por el asesinato de Chiara Páez en manos de su novio. Desde ese entonces cada 3 de junio las mujeres nos organizamos para marchar a lo largo y ancho de todo el país (e incluso en países vecinos) para conmemorar a todas aquellas cuyas vidas fueron arrebatadas y pedir justicia para que no siga sucediendo.

Cada año nuevos nombres se van sumando, crece la angustia y la bronca pero también vamos juntando más fuerza y motivación para reclamar un derecho tan vital como obvio: que paren de matarnos.

A pesar de las trabas y de los obstáculos, las mujeres seguimos y seguiremos en pie para defender lo que nos corresponde y llegar al lugar que nos merecemos. Cambiarán las épocas, los reclamos, las generaciones y las formas. Pero nunca la costumbre de cuestionarnos la disparidad social, política y económica a la que somos sometidas y batallar contra ella. Sin embargo, es fundamental comprender que esta no debe ser una tarea solamente de nosotras sino que todas las personas tienen que involucrarse. Escuchar, entender y empatizar es el rol que ellos deben adoptar para aportar su granito de arena.

Tanto hombres como mujeres debemos unirnos para luchar contra esta cultura de poder que nos atraviesa a todos y así algún día poder mirar atrás y sorprendernos de esas épocas en las que recalábamos un mundo más igualitario.

 

En este mes de marzo visibilicemos a las invisibilizadas. Compartí este artículo y ayudanos a hacer ruido.

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